Con el paso de los siglos, las galas y los eventos comenzaron a democratizarse. A medida que las clases medias fueron ganando poder e influencia, las celebraciones dejaron de ser solo un privilegio de unos pocos. A lo largo del siglo XX, los grandes premios de cine, como los Óscar, o eventos como el Festival de Cannes, se convirtieron en momentos clave para mostrar no solo el talento, sino también las ideologías y los movimientos sociales. La gala dejó de ser un espacio de lujo exclusivo para convertirse en una plataforma global de visibilidad, innovación y, a menudo, protesta. Por ejemplo, durante la ceremonia de los Óscar de 1968, los actores y activistas aprovecharon el evento para hacer un llamado por los derechos civiles en EE. UU.
Hoy en día, las galas siguen teniendo un impacto considerable, pero su papel ha evolucionado. Las redes sociales han transformado estos eventos en una plataforma global instantánea. La «alfombra roja», por ejemplo, ya no es solo el espacio donde se muestra el glamour de los asistentes; es también un lugar de expresión individual, donde los atuendos, los discursos y las intervenciones públicas pueden ser utilizados como herramientas para comunicar valores, pensamientos y posiciones. Las galas y eventos ahora son un reflejo de las preocupaciones sociales contemporáneas, como la sostenibilidad, la diversidad y la inclusión. A menudo, las celebridades y los asistentes usan estos eventos para promover causas importantes y generar conversaciones a nivel mundial.